Innovar es una actividad de riesgo cuyo principal riesgo es no practicarla

Innovar es una actividad de riesgo cuyo principal riesgo es no practicarla


Uno de los principales frenos que existen a la innovación es la fuerte aversión al riesgo y el miedo al fracaso que se da en las culturas europeas en general. Innovar supone hacer algo nuevo y en cierta forma desconocido, por lo que no controlamos del todo con qué nos encontraremos por el camino ni sabemos con certeza cuál va a ser el resultado. Y ello nos angustia. Por lo cual, preferimos seguir haciendo lo mismo que siempre que al menos esto lo tenemos controlado, no vaya a ser que nos equivoquemos y recibamos una represalia. Con esta mentalidad una empresa nunca conseguirá innovar.

En nuestras empresas la cita: “los éxitos suelen tener muchos padres y los fracasos suelen ser huérfanos” adquiere toda su dimensión. La cultura europea suele esconder los errores bajo la alfombra y correr un tupido velo como si nada hubiera pasado. Muchas veces también se pone todo el esfuerzo en buscar a un culpable en vez de analizar porqué algo no ha funcionado.

Las compañías americanas, sin embargo, tienen muy claro que para innovar es necesario arriesgar, si no probamos nada nuevo es imposible que hagamos nada nuevo, por lo tanto nunca innovaremos. Tampoco podemos pretender que toda iniciativa nueva que emprendamos sea un éxito. Por eso las empresas en EEUU son mucho más tolerantes con los errores porque los consideran como un paso previo y necesario hacia la innovación. Hay una famosa entrevista a Edison cuando se encontraba en el proceso de desarrollo de la bombilla y llevaba 100 intentos sin éxito, alguien le preguntó:

– Sr Edison no se siente frustrado después de 100 intentos y no haberlo logrado?

Y él respondió:

– No, todo lo contrario, ahora estoy 100 veces más cerca de la solución.

Así ve la sociedad americana los intentos fallidos, como un camino hacia la innovación. Pero no acaba allí, ellos le dan tanto valor a los errores que las empresas más avanzadas en términos de innovación no se limitan a hacer manuales de buenas prácticas, ya que consideran que éstas no les diferencian de la competencia, sino que confeccionan manuales de “malas prácticas”. Es en éstas donde consideran que hay el verdadero aprendizaje de la organización y ello es lo que realmente va a diferenciarles de sus competidores. Una muestra de este convencimiento es que en Silicon Valley ninguna empresa de capital riesgo decide invertir en un proyector de un emprendedor que no haya fracasado en anteriores iniciativas.  ¿Se imaginan a alguno de nuestros bancos, al que acudimos solicitando un crédito para una nueva iniciativa empresarial, preguntándonos: -“¿en cuántos proyectos anteriores ha fracasado usted?”   y sólo concediéndonos el crédito si demostramos que hemos hundido ya más de una empresa?

Con esto no estamos recomendando a las empresas que se arriesguen descontroladamente. Hay mecanismos que permiten realizar este camino de aprendizaje de forma controlada.

Uno de ellos es aplicar la política de la “prueba y error” a través del desarrollo de pilotos, prototipos o tests. Es decir hacer pequeñas pruebas en un entorno controlado con pocos  recursos que nos permitan ver las consecuencias, aprender y por lo tanto corregir. Ya lo decía el director de Innovación de 3M: “Yo quiero que mi gente se equivoque mucho, pero que lo haga de forma rápida y barata”.

Otro tema importante para valorar el riesgo de un proyecto, es no evaluar cada proyecto a nivel individual, puesto que tal como comentábamos antes, no podemos pretender que cada iniciativa de innovación sea un éxito. Nuestro consejo es que las empresas consideren las innovaciones como un conjunto, es decir como si de una cartera de valores se tratara. Cuando invertimos en bolsa no pedimos al 100% de nuestras acciones que ganen, lo que nos interesa es que la suma de ellas sea positiva, con ello ya estamos admitiendo que unas subirán pero otras quizá caerán. Lo importante es que el conjunto nos de la rentabilidad deseada. De la misma manera es importante que la compañía integre sus proyectos de innovación también en una especie de cartera de innovación y que acepte que unas funcionarán y otras no pero lo importante es nuevamente que el conjunto sea positivo. De esta manera habrá muchas más posibilidades de llevar a término iniciativas y en consecuencia finalmente innovar en la organización, que si valoramos cada una a nivel individual.

Por lo tanto, hemos de entender el error como un camino de aprendizaje hacia la innovación y gestionar el riesgo de forma controlada a través de la realización de prototipos o pilotos y considerar los proyectos de innovación dentro de un conjunto, admitiendo que es imposible que todos acaben siendo un éxito.