Be sure you have the right it before doing it right!
En varios posts hemos hablado de la importancia de integrar la cultura del piloto a la hora de organizar el proceso de innovación. Innovar supone probar lo que nunca hemos probado antes y la consecuencia inevitable es un porcentaje relevante de errores e iniciativas fallidas (término más apropiado que fracasos). Fallar es un problema si no nos organizamos para ello y si nuestro objetivo es evitar el error como sea. El innovador sabe que fallará unas cuantas veces antes de acertar y por eso integra el error en su proceso. Y la manera de hacerlo es sistematizar pilotos y prototipos para poder equivocarse sin consecuencias negativas.
Al ayudar a nuestros clientes a organizar esta cultura del prototipo, en Inteligencia Creativa nos hemos encontrado más de una vez con una confusión al utilizar la palabra prototipo. Muchas empresas entienden por prototipo la última prueba antes de implementar una innovación, ya sea en producto o en procesos. Lo entienden como algo casi acabado, que tienen que validar antes de lanzar.
Les explicamos siempre que un prototipo puede ser algo mucho menos elaborado, que se realiza en una fase muy anterior: la organización de un primer piloto, muy básico, para recibir un primer feed back sobre una idea o una propuesta, en una situación más real que el entorno teórico de una sala de reunión o un powerpoint.
Hace unos meses, el equipo de innovación de Repsol, siempre proactivo, nos enseñó un artículo desarrollado por Alberto Savoia, un ingeniero “exGoogle”, quien daba un nombre a este prototipo inicial: el pretotipo. Ahora damos 2 nombres diferentes a dos cosas diferentes, pretotipo vs prototipo, lo que ayuda a diferenciarlas.
Pretotipo:
Objetivo: mejorar el concepto |
Prototipo:
Objetivo: evitar errores antes de implementar |
Una frase de Alberto Savoia resume perfectamente la idea:
BE SURE YOU HAVE THE RIGHT IT BEFORE DOING IT RIGHT!
A la hora de realizar un pretotipo, es imprescindible listar las hipótesis que queremos testar. El pretotipo no se tiene que construir como una versión previa del concepto final sino como un mecanismo para probar las hipótesis, fallar y aprender para mejorar.
Un ejemplo: una start up quería lanzar un negocio on-line de alquiler de trajes para ocasiones especiales (bodas, cocktails…).
Hipótesis 1: ¿la gente pagaría 300 € para alquiler una noche un traje que vale 3.000€?
Hipótesis 2: ¿se fiaría de un negocio on-line para hacerlo?
Hipótesis 3: ¿la gente valorará que se le lleve el traje a su casa?
Hipótesis 4: ¿el % de incidencias será bajo?
…
Pensar en un prototipo de manera “clásica” nos llevaría probablemente a desarrollar una web, aunque en una versión beta. Pero para validar la hipótesis 1 no hace falta una web. Montaron un pretotipo que consistía en un falso catálogo impreso. Sin necesidad de programar pudieron aprender y mejorar la idea, utilizando el feed back para sacar más provecho del siguiente pretotipo. Y cuando, después de varios pretotipos, hicieron un prototipo “con cara y ojos”, ya habían aprendido y corregido muchas cosas y pudieron realizar un test en condiciones muy reales.
Integrar esta nueva palabra a tu vocabulario de innovación te donará una visión más clara a la hora de pensar en testar tus ideas.